Silencio

Ahora resulta que el silencio es el arma más letal.  Y si se junta con el tiempo, son los cómplices perfectos para la verdad.

Ahora resulta que aquello que te hace sentir vivo está prohibido. Porque si le da vida y superas barreras invisibles, a las donde el alma despertó y te regresan al lugar de donde pretendías salir. Pero resulta que no puedes pertenecer ahí, parece condena el sentimiento de volverte a enchufar con la fuerza de la vida. Pudiera parecer castigo.

El silencio es la condena más cruel. Que pareces no encontrar respuestas cuando están todas ahí; a flote, a la luz, pero son intangibles y como “no existen” no puedes reaccionar, ni responder, ni construir, ni continuar, mucho menos sanar.

Sólo es un abandono, una respuesta clara y dolorosa a la que sólo se le puede responder de la misma manera. Con silencio. Haciendo así un círculo inagotable, donde el silencio busca como respuesta más silencio, profundizando un espiral hacia dentro donde parece ser cada vez más cerrado. Donde hay menos espacio para actuar, donde no hay respuestas, donde no hay lugar más que para el silencio; no actuar, no reaccionar, no sentir, evaporar memorias, erradicar recuerdos, aniquilar sueños, desdibujar recuerdos, y la promesa es que silencio promete curar; con capas casi invisibles, delgadas y ultrafinas de entendimiento, donde solo la fe sabe que en un futuro algún sentido tendrán.  

Ahora resulta que las historias que no concluyen, te enloquecen. Son como esos puntos suspensivos que acuchillan el alma, en silencio, en el no tiempo. En la espera eterna de que el silencio se romperá, se hará pedazos, como el dolor que te ha causado el mismo silencio.

Que cobardía no poder poner un punto final.

Que frustración refugiarnos atrás de esos personajes, revestidos de ego, que es también invisible, pero te hace perder el piso, dejando perder el tiempo y lo que en el tiempo vive, que es lo más efímero que hay, la vida misma.

Que amplio se hace el lenguaje cuando conoces el miedo, que vulnerable es el alma cuando se deja al descubierto. Que peligrosa es la soledad, y que mala consejera.

Que maldita lección se debe de hacer para que el silencio, siendo el asesino pueda ser también el héroe que nulifique el sentimiento.

Que añoranza por saberse vivo. Que cruel y absurdo es no poder decir la verdad que arde por dentro. Esa verdad que alimentaste y hoy se la llevo tu silencio y mata por minutos y por instantes también desgarra el alma.

Existe  un espacio que no se llena ni contigo, ni con el tiempo. Y mucho menos de mi, de mi, pues también se lo ha llevado el silencio.

Que cruel es cuando, no es elegante hablar. Cuando el silencio es tu postura, cuando no hay  más que hacer que callar y esperar. Cuando aniquilas lo vivo que mato el silencio. El suspenso, la no acción, la no reacción. Los estoicos tenían razón.

Pues cuando no hay una congruencia, cuando todo se salió de proporción y percepción. Cuando se llevaron lo que me definió, ¿me arrancaron el alma y la hicieron polvo… y ¿ahora qué? ¿sólo se lo dejo al tiempo?

Que ganas me dan que guardaras mi corazón hecho pedazos en tu pecho, y por un ratito pudiera descansar. En esa utopía que me dio vida y hoy no existe más. Que cruel es la verdad, y que necesaria es conocerla.

No hay cabida para el sentimiento en lo social, si no existe una etiqueta con que definirlo, pues lo que sientes no puede encontrar un lugar, así es que no queda más que guardar silencio y esperar y ver pasar el tiempo… sin ganas si quiera de empezar.

Que cobarde es el ego, que se alimenta de la razón y aniquila la verdad.

Esperare en silencio, para cuando me vea regresar.  

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