Llorar sin gafas oscuras…
Se vale gritar cuando la frustración llega, llorar fuerte aunque sea contra la almohada.
Se necesita dejar fluir los sentimientos para que no nos ahoguen.
¿Dónde tienes tus espacios para llorar?, y si no lo tienes encuéntralo,
Sacarlo, encontrar espacios
Manejado con los vidrios abajo y la música alta
En la regadera y cómo se va el agua se va lo q nos pesa
Esa dualidad coexiste en nosotros, somos luz y sombra
sentimos alegría y tristeza, estamos ansiosos o emocionados
solemos “tapar el sol con un dedo” cuando hay cosas que duelen y que necesitan ser lloradas;
Tus planes cerrados. Tus viajes cancelados. Tus negocios frenados. Las terrazas llenas de gente y las platicas en una mesa de café inexistentes. La adrenalina de vivir se fue. Frenamos nuestro yo en otros roles, con una cinta en la boca sin poder hablar, y no es cinta es tapabocas. Hemos llorado enfermedades, perdidas y muertes. Hemos llorado lo que pensamos que seria y ya no fue. Hay que darle cabida a lo que sentimos, eso también somos nosotros.
Tus amigas en recuerdos, Tu familia en fotos, Nuestros viejos solos.
¿Dónde lloras tú verano sin sol?, ¿Dónde lloras tú libertad?, ¿Por lo que habías trabajado tanto?
Llora aquello que está perdido y que en tu corazón y con toda tu intensión no fue capaz de cambiar ni siquiera un grado.
Llorar no está mal, nos lo enseñaron mal
Así como hay que ser gratos hay que ser francos. Y conectar con la emoción es vivir, es sentir, es reconocerte limitado, aunque por fuera pretendas disfrazarte.
Hemos perdido el hábito de hacernos preguntas y de maquillar lo que sentimos.
Hay q ponerle nombre a lo que sentimos, ampliar nuestro vocabulario y explorar la infinidad de gama de grises qué hay entre el blanco y el negro.
Se puede llorar y seguir siendo feliz si encuentras después esa quietud, perder el miedo a hablar, a sentir, a ponerle forma a un sentimiento que puede parecernos abstracto pero que se convierte en piedra si no lo sabemos maneja.
Llorar se necesita para darle salida a lo que nos pesa.
Llorar aligera el paso y el andar. Y así luego poder regresar a caminar, disfrutando de lo que nos toque disfrutar.