Saber reconocer
Que tranquilidad cuando te permites sentirte mal. Convertir a tú cama en refugio y apartarte de lo demás. Cuando dejas el poder por un lado y simplemente sueltas y reconoces que no puedes con más, cuando reconoces tus límites y sabes que necesitas una pausa, cuando te refugias en el silencio simplemente a acomodar y a respirar. Que sano es saber cuando no puedes más, sin remordimientos, sin querer pretender otra cosa más que soltar para entonces todo se pueda acomodar.
Sentir compasión por ti, darte unos días para saberte fuera de ti, tratarte mejor y hablarte con cuidado, consintiéndote, apapachándote, con delicadeza y llorar hasta si se quiten las ganas de hacerlo, es poner tus lagrimas fuera de ti. Es darte permiso de ese día no tener ganas de más.
Es saberte vulnerable, cansada, sensible y no por ello débil. Es estar alerta pues hay acciones que te pueden hundir aún más.
Es un diálogo interior, de lograr diferenciar lo real con lo que se ha hecho grande.
Es ponerle un curita a una herida más profunda pero que solo al hacerla visible se puede empezar a sanar.
Hay que reconocer poder estar mal para entonces poder empezar a sanar.